El charme de Mr. de Rameau
Hace aproximadamente un año, cotilleando por internet, encontré en una página dedicada a Jean-Philippe Rameau un llamamiento de Les Nouveaux Caractères solicitando apoyo financiero a fin de proceder a la primera grabación mundial de una composición del maestro dijonés: Les Surprises de l’Amour. Entusiasmado con el proyecto, me rasqué el bolsillo y rogué al Altísimo a fin de que la grabación y edición llegase a buen fin. Y, querido lector, hete aquí que, con el tiempo, me ha tocado la gratísima labor de comentar lo que ya es una felicísima realidad.
Rameau tuvo su gran momento discográfico entre finales de la década de 1980 y principios del nuevo milenio, cuando se editaron magníficas versiones de sus tragedias líricas y algunas óperas-ballet y actes de ballet. Desde entonces, para desesperación de quienes tenemos a Rameau como uno de los mayores genios del siglo XVIII, la sequía ha sido casi absoluta, con un injustificable olvido del resto de sus óperas-ballet y pastorales heroicas, por lo que la llegada de esta nueva edición discográfica es, en sí, un gran acontecimiento.
Les Surprises de l’Amour pertenece al mundo de la ópera ballet, un subgénero dentro de la extravagante y exótica variedad de la ópera francesa. Una ópera ballet está compuesta generalmente por un prólogo al que siguen tres o más actos o entrées independientes entre
sí y unidos por una temática muy general y vaga que apenas supone un nexo coherente. Por esa razón nunca existió problema en la época en quitar y poner entrées, sustituyéndolas por otras pertenecientes a obras diferentes o interpretándolas de manera aislada, si es que eran especialmente apreciadas por el público, o incluso llegando a crear una especie de pastiches, al ensamblar entrées de éxito pertenecientes a diferentes compositores. Por lo demás, la temática debía de ser obligatoriamente amorosa y galante; y el tono, ligero. El reinado de Luis XV no estaba para tragedias ni rigores morales.
La historia de nuestra obra tiene su complejidad –algo muy característico de Rameau, dado a las revisiones de sus composiciones–. En su forma primitiva se estrenó en el Thêatre des Petits Appartements de Madame de Pompadour en Versalles, con motivo de la Paz de Aquisgrán, en 1748, y consistía en un prólogo (Le Retour d’Astrée) y dos entrées: Adonis y La Lyre enchantée. En mayo de 1757, a petición de la pareja de hecho compositiva Rebel & Francoeur, a la sazón directores de la Ópera de París, se estrenó allí una versión completamente remodelada: el prólogo –que obedecía a las circunstancias históricas de 1748– desapareció, Adonis se convirtió en L’Enlèvement d’Adonis y se añadió una nueva entrée, Anacréon. En junio del mismo año se sustituyó La Lyre enchantée, por Les Sybarites, con texto de Jean-François Marmontel, un acte de ballet compuesto para los fastos otoñales de
Fontainebleau, en 1754, bajo el nombre original de Sibaris. Finalmente, en 1758 se vuelve al orden de mayo de 1757, si bien con una revisión de La Lyre enchantée, versión que se graba aquí.
El texto, debido a Pierre-Joseph Bernard, llamado cariñosamente Gentil-Bernard por Voltaire, desarrolla tres historias independientes unidas por el tema que da nombre a la composición: las sorpresas que el dios Amor o Cupido puede dar. En este caso se explotan temas mitológicos bien conocidos: Venus y Adonis, la oposición entre sirenas y musas y las vacilaciones de Anacreonte entre el vino y el amor. Meras excusas para el despliegue de una trama amorosa mínima, rodeada y culminada por arias virtuosas (ariettes) coros y, sobre todo, danzas. La completa ausencia de drama se compensa, pues, por la relevancia del divertissement, que es lo que justifica y da razón de ser al género. Y, en esto, Gentil-Bernard proporcionó un texto servicial, hábil, encantador y, naturalmente, inverosímil, pero lleno de gracia.
La composición es magnífica y está preñada de números memorables que quedan grabados de inmediato en el oído, que obligan a situar el dedo permanentemente en la función replay, como la extraordinaria obertura, la ariette "Règne Amour" de la primera entrée, el "Tambourin vif" de la segunda entrée, o el sommeil y la contradanza de la tercera. Lo dejo aquí por mor de la brevedad y por citar sólo unos pocos fragmentos, ya que toda la obra es una auténtica preciosidad. Se aprecia en ella el estilo progresivo del Rameau maduro de la década de 1750, que, por ejemplo, asimila los avances de la escuela de Mannheim. Su orquestación es, como siempre, de otro mundo, con su insistencia en la atribución de líneas motívicas a los bajos e independientes al fagot. Además, se observa el importantísimo papel conferido a las flautas y, en particular, a las petites flûtes (flautines, diríamos hoy) en detrimento de los oboes, tan característico del Rameau añoso. Y no menos atractiva es la presencia de trompas en la obertura y la primera entrée, recientemente incorporadas a la plantilla de la Académie Royale de Musique y justificadas en especial por el tema cinegético –Diana es una de las protagonistas de esa parte–. Por lo demás, la vena melódica, la exquisitez armónica y la belleza rítmica están servidas por doquier. No hay que buscar aquí la profundidad dramática de sus grandes tragedias líricas, se trata de un mundo opuesto, lleno de gracia, encanto, melancolía y nostalgia
por un mundo pastoril irreal e idealizado, que, por supuesto, jamás existió, pero que aquí hacemos como si algún día hubiera sido nuestro. Quizá no se sitúe al mismo nivel que Les Indes galantes o Les Fêtes d’Hébé, pero no le anda muy a la zaga.
La grabación que tengo en las manos es primicia mundial, pues hasta la fecha sólo contábamos con tres registros parciales: una selección de la música orquestal –las symphonies– (Minkowski, Erato) y la tercera entrée (Christie, HM; y Minkowski, Archiv). Este dato, que de por sí justificaría la adquisición de este álbum, resulta de relativa importancia si lo situamos al lado de la sobresaliente interpretación. De Les Nouveaux Caractères sólo conocía la grabación del prólogo y la primera entrée del divertissement Les Fêtes de Thétis, editados con el nombre de Égine en la caja del CMBV que apareció hace unos años bajo el título 200 ans de musique à Versailles, pero se confirma aquí que nos encontramos en presencia de una agrupación de muchísima calidad, perfectamente conocedora del estilo francés, excelente en el empaste y la afinación, con solistas de muchos quilates y que sirve con igual maestría tanto a las delicuescencias amorosas como a los arrebatos rítmicos más salvajes. Orquesta y coro responden a pedir de boca a las atinadas indicaciones de Sébastien d’Hérin, cuidadoso en los detalles, impulsivo y delicado al tiempo, quien logra un concepto brillante, lustroso y coherente, con especial cuidado a los muchos momentos de extremada delicadeza y ternura que cuajan la obra, pero sin descuidar la incisividad rítmica de las danzas más contundentes, como tambourins y contradanzas o el tempo fulgurante de la obertura.
Los solistas vocales constituyen un conjunto homogéneo de gran calidad, sin altibajo alguno. Todos desempeñan su labor con profundo conocimiento del estilo, calidad técnica y nivel artístico, si bien destacan algunos nombres bien conocidos, como la soprano Virginie Pochon, la excelente mezzo Karine Deshayes (de quien ya conocíamos su excelente Venus en la Venus
& Adonis de Desmarest grabada por Rousset) y el sobresaliente haute-contre Anders Dahlin.
En definitiva: se trata de una grabación de obligada adquisición para cualquier melómano mínimamente interesado en uno de los mayores compositores que Francia ha dado al mundo. Le garantizo un disfrute total desde el minuto uno.
Javier Sarría Pueyo