Bedrich Smetana es el compositor nacional checo, por si alguien no lo sabe o no lo recuerda. Toda su obra gira en torno a un país que  entonces se iba encontrando a sí mismo sumergido en el mastodóntico imperio austrohúngaro. Todas sus óperas tienden a esa ansiedad nacionalista, la de ser su pueblo reconocido como tal con su historia, costumbres, en fin, su personalidad. La deliciosa comedia que es La novia vendida es su partitura más universal (en el Palau de Les Arts valenciano se disfrutó hace dos años) y su dinámica obertura no es raro hallarla en un programa concertístico. Pero lo más representativo de su catálogo es el que trata de conflictos relacionados con la libertad e independencia nacionales, como Libuse de 1881 y Dalibor de 1868, estrenada precisamente al comenzarse la construcción del Teatro Nacional de Praga. Justamente con las huestes de este teatro existen ya dos versiones de la obra, una de 1967 dirigida por Jaroslav Krombholc, otra de 1985 con Zdenek Kosler. Ahora se reedita una tercera, la de la orquesta de Brno, la segunda ciudad más importante del país, que realizó entre medias de aquellas dos, en 1979, con Vaclav Smetacek y un equipo enteramente checo, como corresponde. Destaca sobremanera el protagonismo de Vilém Pribyl, un sólido tenor de corte eslavo que ha hecho de Dalibor uno de sus imbatibles caballos de batalla (está también presente como tal en la grabación de 1967).  La impresionante soprano Eva Depoltová es su enamorada Milada, papel que puede evocarnos la Leonore beethoveniana, ya que la obra responde al tipo que se conoce como une pièce à sauvetage, Es decir, literalmente “una obra de salvación” en la que uno de los protagonistas salva al otro de una prisión donde se halla injustamente recluido. Música de enorme exaltación romántica donde Smetana, sin olvidar sus raíces, echa un guiño, dada la grandiosidad del tema que tan trágicamente concluye, a Wagner vía Liszt y Berlioz. Trascendente.

Fernando Fraga

Bedrich Smetana’s opera Dalibor resembles a heroic canvas with miniature paintings of emotional turmoil in men’s hearts. The story which drew on the historical reports from 1497—1498 enabled the librettist Josef Wenzig to develop potent situations, some of which had already proven effective. Nevertheless, the composer chose another approach. The musical interpretation of the story, the characters and mainly their inner life was so autonomous and convincing that it made his final work timeless. He transformed the medieval subject matter of love at first sight into a hymn about defiance and freedom. He equippedthe opera with well-arranged leitmotifs and made his characters musically vivid far beyond what the text had offered. The rebellious haughtiness of the main hero was softened by emotional fervour whereas the main heroine’s grievance was balanced by repentance. Moreover, the ruler who is supposed to punish crime reveals his sensible nature and the minor folk characters gain human dimension in the opera. Through the detailed composition and the ever-repeating omen of tragic end the work achieved its constant inner suspense. Arias, ariosa, duets, choirs as well as interludes are brought together in a vast scene which supports the arch of grand musical architecture, the shape of which is not similar to others. Smetana’s Dalibor is well ahead of time due to its musical and dramatic properties. In addition, the demands for recitation make it progressive as well. The challenging voice parts of the main characters ranging from lyrical fineness to the dramatic vintage performance along with the emphasis on the powerful interpretation did not have their counterpart in the Czech opera until the time of Dalibor’s premiere in 1868.