El hecho de que un compositor se deje inspirar por el hermoso y nutrido corpus poético de la sugerente Emily Dickinson puede parecer no solamente lógico, sino quizá hasta sencillo si el autor -Gordon Getty (1933)- es compatriota de la autora, habla su mismo idioma y es un buen conocedor de las posibilidades de la voz. El problema comienza cuando tenemos en cuenta que Dickinson, siempre reacia a publicar sus poemas, no quiso estructurarlos o establecer un orden para su lectura. Considerándolos como exponentes de una historia autobiográfica de amor contrariado -con el pastor protestante Wadsworth, casado ya cuando conoció a la poetisa americana-, Getty elige 32 poemas y establece una organización en cuatro partes precedidas por sendos epígrafes que hacen referencia a esta compleja situación emocional. El título general de la obra, The white Election -la blanca elección- haría referencia a la última decisión de la escritora: purgar su dolor vistiendo siempre de blanco; como una novia en eterna espera de la felicidad, y recluirse en su propia casa. Fuese esta una verdadera elección o el indicativo externa de un desorden interno, lo cierto es que no faltan referencias literarias a este fenómeno, si recordamos a la blanca Mignon goethiana, obstinada en seguir disfrazada de ángel hasta su temprana muerte.
La idea de ciclo narrativo, en el que se expía un dolor, tiene unas fuertes referencias decimonónicas jamás negadas por el compositor, que se mantiene en un lenguaje tonal tardío, victoriano, con ciertas concesiones a la vanguardia en momentos concretos. La versión de Lisa Delan y Fritz Steinegger cuenta con el asesoramiento del propio compositor y responde con vitalidad, con energía y ensueño, a los requerimiento de música y poemas.
Elisa Rapado