El caso de la música finlandesa es realmente asombroso. Un país sin apenas tradición ha sido capaz de crear en tan sólo unas décadas toda una infraestructura de conservatorios y escuelas, auditorios y teatros, que han dado como resultado una impresionante lista de compositores, directores de orquesta, solistas instrumentales y cantantes que brillan dentro y fuera de sus fronteras con el resplandor de una aurora boreal. Y, dentro de todo esto, la ópera ha desempeñado –y todavía ejerce- una enorme importancia, especialmente en su misión de educar a la población.
Una figura fundamental en todo esto ha sido Enojuhani Rautavaara, nacido en 1928. Su ópera más emblemática se estrenó en el Festival de Ópera de Savonlinna –una especie de Arena de Verona pero en versión finlandesa- el 8 de julio de 1997, y desde entonces no ha dejado de representarse. La obra gira en torno a la figura del escritor Aleksis Kivi (1834-1872), el autor de la primera novela importante en finés, Seitsemän veljestä (Los siete hermanos). Hasta entonces, el sueco seguía siendo el lenguaje literario del país. Escribió también poesía y una docena de obras de teatro. Al principio tuvo un gran éxito, y llegó incluso a ganar el Premio del Estado en 1865, pero poco después fue fuertemente criticado, por alejarse de las reglas académicas y seguir la inspiración del pueblo y la naturaleza, especialmente por August Ahlqvist, quien lideró una feroz campaña en su contra. Todo esto le llevó a la bebida y después a la esquizofrenia, muriendo en la pobreza a los 38 años.
Una figura tan “maldita” posee un enorme gancho, y el barítono Jorma Hynninen, una auténtica institución en su tierra, sugirió a Rautavaara la composición de la ópera, que ha defendido desde su creación con una absoluta entrega. El propio compositor escribió el libreto, utilizando innumerables citas del mismo Kivi, lo que otorga una enorme autenticidad a la obra, centrada sobre todo en el antagonismo entre Kivi y Ahlqvist (un papel hablado que encarna admirablemente Janne Reinikainen). El peligro de un didactismo algo “brechtiano” lo evita la música, de una gran diversidad, y que estilísticamente es muy difícil de explicar. Un lenguaje enormemente personal, que es un compendio de la propia manera de escribir de Rautavaara, quien yuxtapone series dodecafónicas a armonías absolutamente tonales, y demuestra un apabullante sentido de la orquestación con fines dramáticos, algo que el joven Mikko Franck, uno de los nombres de la dirección en alza, sabe resaltar con verdadera autoridad.
Los estudiantes cantan himnos, cuyo carácter romántico se enfrenta a las violentas irrupciones del protagonista. A medida que se va haciendo más inestable su estado mental, encontramos episodios surrealistas, como la grotesca aparición del decrépito poeta nacional, J.L. Runeberg, en silla de ruedas (otro papel hablado). Otros personajes destacados son los seis miembros de la Joven Finlandia (los “siete hermanos”, a los que se une un fantástico mimo que es como el alter ego del protagonista), y las dos mujeres, su protectora Charlotta, enamorada platónicamente del poeta, a quien acoge al final en su seno como una madre, y su joven pupila Hilda, a las que prestan sus generosas voces la mezzo Riikka Rantanen y la soprano Pauliina Linnosaari, dos representantes de la rica cantera vocal finlandesa, al igual que el barítono Ville Rusanen como el joven Aleksis.
La producción de la Ópera Nacional de Helsinki, debida a Pekka Milonoff, es muy cuidada y está a medio camino entre la tradición y la modernidad que respira esta fascinante e inclasificable obra, que consigue llegar directamente al corazón del oyente. Los subtítulos vienen sólo en idioma original y en inglés.
Rafael Banús Irusta