Mussorgsky/Ravel; Rimsky-Korsakov. Pictures at an Exhibition; Scheherazade - ORQUESTA FILARMÓNICA DE LUXEMBURGO, KRIVINE, Emmanuel (Zig-Zag Territoires)

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Zig-Zag Territoires | ROMANTICA Y NACIONALISTA | SINFONICA (1 CD)

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Mussorgsky/Ravel; Rimsky-Korsakov
Pictures at an Exhibition; Scheherazade

REF.: ZZT 329
EAN 13: 3760009293298

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Para la segunda colaboración entre la Luxembourg Philharmonic Orchestra, Emmanuel Krivine y Zig-Zag Territoires han sido escogidas dos obras maestras del repertorio ruso. Ambas son un festín de color orquestal, gracias al soberbio toque que el supremo colorista Maurice Ravel instiló en ellas, por no mencionar el talento de un compositor que fue conocido como 'el mago de la orquesta'.

Emmanuel Krivine se supera a sí mismo acometiendo unas piezas que exigen mucho de los instrumentistas y que precisan del batuta tanto su entrega absoluta como toda su perspicacia.

FECHA DE PUBLICACIÓN

01/11/2013

INTÉRPRETES

Orchestre Philharmonique du Luxembourg
mmanuel Krivine, director

CONTENIDO

Modest Mussorgsky (1839-1881) / Maurice Ravel (1875-1937):

Pictures at an Exhibition
Scheherazade

Nikolái Rimsky-Korsakov (1844-1908):

Scheherazade

1 CD - DDD

RESEÑA (La Quinta de Mahler)

Emmanuel Krivine: color y personalidad

PABLO-L. RODRÍGUEZ

¿Qué puede hacer un director por una orquesta en esta época de crisis? Esta pregunta, nada sencilla de responder, la formula el maestro norteamericano John Axelrod desde el título de su reciente libro The Symphony Orchestra in Crisis: A Conductor's View (Naxos Books, 2013). La respuesta le permite esbozar en casi un centenar y medio de páginas un retrato todo lo parcial y sesgado que se quiera del complejo oficio de dirigir y tratar con orquestas de diferentes países desde el podio, tomando en consideración sus virtudes y limitaciones o explorando lo que queda de sus consabidos estereotipos, es decir, lo que Axelrod llama la “cultura y antropología de la orquesta sinfónica”. Comienza el libro explorando lo que esa cultura orquestal afecta a la carrera de un director; lo ejemplifica al comparar el fracaso de Karajan al frente de las orquestas norteamericanas en los años sesenta –un resultado de su incapacidad para superar el marco cultural de las orquestas austro-germánicas– con el éxito actual de Gergiev al frente de cualquier conjunto sinfónico del mundo, cuya envidiable capacidad de adaptación convive con un impresionante dominio de la antropología cultural de las orquestas.

En el libro de Axelrod se analiza con detalle la evolución de la dirección orquestal desde la condición de dictador sobre el podio que representaba Karajan a la del actual papel de líder visionario que podría definir a Gergiev fuera de Rusia. Aparecen muchas anécdotas y chascarrillos de maestros bien conocidos e incluso se hace una bella parábola de lo que pudo haber sido una clase de dirección orquestal con el mítico Carlos Kleiber, aunque no aparece en ninguna página un nombre revelador de nuestro tiempo como Emmanuel Krivine (1947). Efectivamente este maestro grenoblense no puede compararse con los nombres más mediáticos y carismáticos del momento, pero atesora en sus casi cuarenta años de carrera profesional una serie de experiencias que permiten mostrar la evolución personal del papel de un director de orquesta en nuestros días. De Krivine hay que recordar su formación como violinista, cuya carrera vería truncada en 1981 como resultado de un accidente de coche, pero también su providencial encuentro con Karl Böhm en el Festival de Salzburgo de 1965 que le convenció de que su papel en una orquesta pasaba por empuñar una batuta y no un arco. Su primer puesto profesional sería como principal director invitado de la Orchestre philharmonique de Radio France entre 1976 y 1983, después vendría su vinculación con la Orchestre National de Lyon, primero como invitado en 1983 y más tarde como sucesor de Serge Baudo al frente de su titularidad en 1987. Los trece años que pasó Krivine en Lyon ampliaron notablemente el repertorio de la orquesta hacia el repertorio clásico y romántico alemán o la música contemporánea, pero también dotaron al conjunto de un impresionante refinamiento tímbrico, que todavía hoy conserva en manos de un maestro completamente diferente como Leonard Slatkin, y que fue el resultado de los primeros coqueteos del director grenoblense con las maneras historicistas.

Después vendrían colaboraciones esporádicas con las principales orquestas europeas hasta el advenimiento en 2004 de su proyecto orquestal más carismático: La Chambre Philharmonique, una formación orquestal con instrumentos de época tan moderna como utópica donde todos sus miembros colaboran en régimen de cooptación y donde el director tiene los mismos privilegios o cobra el mismo salario que el último de sus atriles. Krivine ha fortalecido con esta orquesta su discografía con destacados registros en Naïve que van desde una sorprendente versión de la Sinfonía del Nuevo Mundo de Dvorak, de sonoridad completamente personal en cada una de las secciones de una orquesta formada por una cincuentena de músicos con instrumentos de época, hasta una brillante integral de las sinfonías beethovenianas donde el desbordante impulso colectivo se compensa con altas dosis de libertad individual. El contacto con La Chambre Philharmonique ha cambiado notablemente la relación de Krivine con el sonido de las orquestas y ahora este maestro dispone de nuevos colores y timbres mucho más personales. De hecho, el color y la personalidad son los dos elementos que, según confesó el pasado octubre, se ha propuesto aportar este director francés a su nueva formación como principal director invitado: la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya.

Aunque a comienzos de marzo próximo podrá verse su labor al frente de la orquesta catalana con una obra ideal para él como la Symphonie Fantastique de Berlioz, esta semana visita varias ciudades españolas con la que sigue siendo su principal orquesta moderna: la Orchestre Philharmonique du Luxembourg, una formación que dirige desde 2006 como titular y donde ha desarrollado principalmente sus nuevos planteamientos en relación con el preciosismo tímbrico, la combinación de ligereza y viveza o su predilección por la coherencia en el equilibro dinámico de las diferentes secciones. Krivine no desdeña el rubato o incluso el portamento, pero siempre en relación con lo sensual y sin alterar el natural transparente que tienen siempre sus interpretaciones. La visita a España de Krivine y la orquesta luxemburguesa coincide con su nuevo lanzamiento conjunto en Zig Zag Territoires: una combinación bien conocida de Cuadros de una exposición de Mussorgsky con Scheherazade de Rimsky-Korsakov que supone la segunda grabación del director francés de ambas composiciones. Podría decirse utilizando un manido símil culinario que tanto su primer registro para Denon de Scheherazade con la Philharmonia en 1991 como el que realizó de Cuadros de una exposición para el mismo sello en 1995 con la orquesta de Lyon están más emparentados con la cuisine classique sinfónica mientras que estas nuevas versiones se aproximan a una especie de nouvelle cuisine orquestal; todo resulta ahora más liviano y menos pomposo, predominan los detalles por encima de la intensidad, la presentación de cada sección que los alardes de virtuosismo, la concentración precisa de cada pequeño segmento que los destellos de carácter de todo el conjunto. En Mussorgsky hasta las secciones más rápidas, oscuras o pesantes, como La cabaña sobre patas de gallina suenan camerísticas y reveladoras, a pesar de que en el camino hacia la Gran Puerta de Kiev se sacrifique la grandiosidad expresiva habitual en favor de un pretendido descriptivismo sonoro. En Rimsky-Korsakov, por el contrario, aflora la transparencia del ambiente por encima de la sobriedad descriptiva y lucen aquí mucho más la elegancia tímbrica de las maderas luxemburguesas o el encanto de su sección de cuerda con bellos solo del concertino Philippe Koch, especialmente destacada en El joven príncipe y la joven princesa.

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