¿Organología de los siglos XIX y XX? Sí, por favor
Ricercare completa el trabajo enciclopédico iniciado en 2009. Entonces, brindó una Guía de instrumentos antiguos (RIC 100), que culmina ahora, cuatro años después, con la Guía de instrumentos de música, vol. II (1800-1950), en el mismo formato, igualmente atractivo. Un estuche que comprende un volumen de 154 páginas profusamente ilustradas, más otro con ocho cedés (más de ciento cincuenta cortes) que pone sonido a esta cuidada taxonomía de los instrumentos de música.
El criterio elegido para la clasificación es tradicional, que de cara a la comprensión de las familias instrumentales tiene más cosas buenas que malas, por más que puedan discutirse en puridad ciertos aspectos desde posiciones taxonómicas y musicológicas. No viene al caso, porque esta Guía viene precisamente a facilitar un tema por lo general despreciado fuera del campo estrictamente musicológico, y embrollado dentro de él. En orden, y después de una Introducción, van pasando las familias de todos conocidas: cordófonos frotados (18 págs.), pulsados (8), instrumentos de viento-madera (16), viento-metal (33), tecla (25), percusivos (16) y eléctricos (4). Podría haberse elegido otro sistema, desde luego, pero en este caso el convencionalismo de la división facilita la tarea de búsqueda y de comprensión. Un índice con los 125 instrumentos descritos permite ir directamente al lugar donde cada uno de ellos se describe.
Combina esta ordenación la meticulosidad del archivero y una cierta originalidad ofrecida por el propio tema que se clasifica. Los nombres de los instrumentos musicales, más allá de los más conocidos, se ha mostrado campo feraz a la hora de combinar prefijos y sufijos griegos (eufonio, oficleido, sarrusofón, vibráfono, armonicordio…), evocadores vocablos (celesta, viola d’amore, helicón), híbridos que remiten a extrañas coyundas en las génesis organológicas (saxotromba, guitarra-lira, arpolira), o directamente amenazantes (serpentón, trautonio). Todos ellos se presentan en orden (y concierto), los más con imágenes y registros sonoros para que nos permitan identificarlos correctamente.
Lo cierto es que muchos de los instrumentos tuvieron efímero paso por el mundo de la música, o se quedaron en fase experimental, o fueron sustituidos por otros con innovaciones que se consideraron más adecuadas. Frente a la visión habitual de este asunto, que se nos ha enseñado partiendo de unos “instrumentos de la orquesta” que parecían algo estático, estas
guías históricas muestran cuál ha sido la evolución de cada uno de ellos, en un mundo previo a la sistematización, sin normas ISO ni legisladores que decidieran si este instrumento pasaba al canon o no. Más bien ha habido espontaneidad, creatividad, mucha experimentación, y trabajo artesanal. Este último punto es básico, y necesariamente hemos de apuntarlo. Un
instrumento de música es obra de un autor en su pura materialidad, y frecuentemente en esta época en que se pueden documentar las cosas, incitado por un compositor, fruto de las necesidades tímbricas que estos requerían para ciertas instrumentaciones incluso en una obra (trompeta de Aida, trompeta de madera de Wagner, para el Tristán etc.).
Particularmente profuso, cómo no, es el apartado de los instrumentos de viento-metal. El mundo de las llaves, la ductilidad del metal, su carácter modular, las necesidades de amplificación del sonido para competir con otros instrumentos, hicieron de esta familia una
de las más proclives a experimentaciones. Las trompetas (naturales, de caballería, semiluna, de llaves, pistones…), cornetas (de pistones, de pistones en eco, de llaves…), trombones, tubas (definidos por su cuerda: soprano, tenor, contralto, bajo, u otras variantes)… Algunos instrumentos parecen ingenios fontaneriles (trombón de seis pistones) o directamente fantásticos (trombón de siete pabellones), llegando a los instrumentos creados por autores bien conocidos, como Adolphe Sax, cuyo ingenio no se agotó en los diferentes saxofones, sino que se extendió a saxotrombas, saxhornos, cuernos… El resultado es una sucesión de relatos y fotografías que observamos con curiosidad casi entomológica, al ver tanta variante, apéndices,
curvas y articulaciones que nos remiten a la naturaleza y sus infinitas formas… y que además podemos escuchar.
El texto no deja de lado los avances técnicos, solucionados por ingenios mecánicos (principalmente en los instrumentos de viento y en los de tecla), algunos de corta vida, pero que produjeron instrumentos que han llegado hasta hoy como curiosas piezas de museo, o antepasados fósiles de otros más reconocibles y supérstites. El órgano se trata pormenorizadamente, con el nombre clave de Aristide Cavaillé-Coll, que lleva el llamado instrumento-rey, de origen medieval, a unas proporciones y posibilidades inusitadas. Un trabajo así, tan bellamente presentado y escrupulosamente tratado sin que eso riña con su vocación divulgativa, contribuye a paliar un déficit advertible no solo en prensa, sino en la literatura especializada también: la poca concreción y la incorrección a la hora de nombrar los instrumentos musicales, tanto antiguos como modernos. No se puede seguir nombrando violín cuando se trata de fídula, o no debemos llamar órgano a un armonio. Al lector, que
a su vez sea oyente de la música orquestal del siglo XX, le interesarán particularmente las últimas páginas especialmente, porque hacen su ordenada aparición instrumentos que incluso nombran célebres páginas musicales, permitiéndole su comprensión y distinción. Me refiero a instrumentos de percusión y a los eléctricos: glockenspiel, vibráfono, xilófono, marimba, campanas tubulares, theremín, ondas Martenot etc. Luego, habrá medios para continuar profundizando, si se quiere, en más detalles, pero lo bueno de las obras sintéticas de conjunto es que ofrecen el marco para pensar y organizar la cabeza.
Jérôme Lejeune, autor del texto, director de Ricercare, y responsable de la edición, consigue el objetivo. Para ello, pone a disposición el gran fondo de armario sonoro del sello y de otros afines, yendo más allá cuando ha sido necesario, acercando interpretaciones de otras firmas discográficas. En alguna ocasión se han grabado piezas ad hoc para esta Guía, pues ciertos instrumentos están fuera de circulación y no se graba con ellos. Termino agradeciendo que los créditos fotográficos sean escrupulosos y ofrezcan suficiente información sobre cada instrumento mostrado, del mismo modo que los musicales. Se ha preferido escoger, cuando ha sido posible, instrumentos originales a sus copias. Así, decimonónicos pianos Broadwood, Stenway, arpas y pianos Érard, clarinetes y saxos de Sax, saxhornos Gautrot, guitarras de Ramírez, un órgano electrónico Hammon de 1935, y así sucesivamente. Finalmente, se
incluyen grabaciones históricas a cargo de Debussy o Rachmaninov, y la influencia que en todo este proceso tuvo el descubrimiento de la Música Antigua, aspecto no desechable porque puso encima de la mesa, casi como premisa básica, la cuestión organológica, asunto al que seguimos dándole vueltas.
En resumen, un magnífico estuche que hará las delicias de los aficionados a la música, que se podrán acercar a un campo especializado de manera sencilla y amena, mientras escuchan muchas horas de música guiada. Un triple discurso, por tanto (musical, textual y visual),
para dar cuenta de un tema desatendido. Complemento del primer volumen, si se quiere, o vademécum autónomo para entender timbres y porqués de la música de los siglos XIX y XX.
Josemi Lorenzo Arribas