Jean-Marie Leclair fue el mayor exponente de la escuela violinística francesa de su época. En realidad, su mérito más considerable consistió en asimilar los logros de la escuela italiana (Somis, Locatelli, Vivaldi) y revisarlos a la luz de una sensibilidad en donde el gusto por el color y el matiz sonoro también tiene una importancia destacada. La fusión franco-italiana auspiciada por Leclair es, por encima de todo, una mezcla de alto voltaje sensual cuyo encanto resulta irresistible. Si en sus sonatas Leclair erige a Corelli en referencia más clara, en el ámbito de los conciertos Vivaldi representa el espejo en el que el músico francés se mira con más frecuencia. La tripartición vivaldiana está presente en cuatro de los cinco conciertos para violín del Opus 7 aquí reunidos (un sexto se ha excluido tanto por razones de minutaje como por estar destinado a la flauta).
Hay momentos en donde la impronta de Vivaldi es patente (Concierto nº 4), pero incluso en esos casos Leclair hace gala de una capacidad de elaboración mayor que la de su homólogo italiano. Escuchen, si no, los casi nueve minutos del “Allegro ma non presto” del Concierto nº 6 o el “Allegro” conclusivo del Concierto nº 2. En los movimientos lentos, Leclair alterna la ternura francesa (“Arias” de los Conciertos nº 1 y 6, esta última desarrollada de manera polifónica en las cuatro cuerdas del violín) y la cantabilidad italiana (Conciertos n º 4 y 5).
Encontramos en estas partituras una multitud de pasajes escabrosos para los dedos del solista que resuelve brillantemente Luis Otavio Santos, ya protagonista en Ramée de un anterior monográfico dedicado a Leclair (Cuarto Libro de Sonatas para violín). Valiosa también la prueba de I Muffatti en unas partituras en donde la notable dificultad técnica de la parte solista no debe ensombrecer la esmerada elaboración del acompañamiento orquestal. Una notable aportación a la discografía de Leclair.
Stefano Russomanno
Few French musicians of the 18th century were as appreciated, admired and hailed during their lifetime as was the virtuoso violinist from Lyons Jean-Marie Leclair. In 1753, he was described in Mercure de France as 'the most famous artist that France has had for purely instrumental music'. Three years after his tragic death – he was murdered in 1764 by a jealous nephew –, Charles Henry de Blainville remembered him as 'the Corelli of France', where he was thus celebrated up until the early 19th century. In 1754, Friedrich Wilhelm Marpurg placed Leclair on the level of Telemann, Handel and members of the Bach family in terms of harmony and counterpoint; and for Francesco Galeazzi, he was, in 1790, the sole Frenchman on the list of principal masters of the violin in 18th-century Europe, alongside such major names as Corelli, Vivaldi, Somis, Locatelli, Geminiani, Tartini and Stamitz. The Opus 7 concertos can thus be considered the crowning achievement and a sublime summary of Leclair's talents as a virtuoso and composer, one of the greatest of his era. Fireworks of wit and virtuosity, with the brilliant violinist Luis Otavio Santos (Diapason d'Or for his album of Leclair Sonatas released by Ramée) and Les Muffatti (5th album for Ramée), under the magic wand of Peter Van Heyghen.