José de Nebra (1702-1768) es, sin duda, la figura clave de la música española en las décadas centrales del siglo XVIII. Desarrolló su actividad en la Capilla Real, en la que ocupó la plaza de primer organista, primero, y de vicemaestro a partir de 1751. Desde los años veinte, compuso numerosas zarzuelas para los teatros municipales de Madrid y fue apreciado por su labor pedagógica, llegando a formar a compositores como Antonio Soler, José Lidón y su sobrino Manuel Blasco de Nebra.
El incendio del Alcázar de Madrid, y de la casi totalidad del archivo musical de la Capilla Real, en 1734, le brindó la ocasión de volcarse en la producción religiosa, destinada mayoritariamente, como era de uso común, a doble coro con acompañamiento instrumental. De ahí la singularidad de sus Vísperas del Común de los Santos y de la Virgen (1759), compuestas a cappella para un reducido dispositivo de cuatro voces. Se trata de una colección de salmos y un Magnificat para el oficio de vísperas, que Nebra mandó copiar, encuadernar lujosamente y enviar a las catedrales españolas más importantes y, además, a la Capilla Sixtina.
En esta ocasión La Grande Chapelle y la Schola Antiqua han realizado la reconstrucción de uno de los oficios posibles, el de las Vísperas del Común de Confesores (no Pontífices). Además de los elementos estructurales que marca la liturgia, para la salmodia se ha acudido a la práctica alternatim de canto llano, polifonía y "versos" para órgano. En el salmo Confitebor tibi, Domine, además se ha recuperado la antigua práctica del fabordón (canto gregoriano armonizado en homofonía) a partir de materiales del siglo XVIII. La totalidad de la música es inédita y procede de los archivos del Palacio Real, Santiago de Compostela y El Escorial, en lo que constituye una primera grabación mundial.
En sus vísperas, Nebra utiliza conscientemente un estilo tradicional austero, ajeno al resto de su producción. Paralelamente al dominio absoluto del contrapunto, sabe soprendernos con su osadía armónica, las disonancias, las sonoridades peregrinas en ciertos pasajes de mayor profundidad expresiva. En conjunto sobresale la serenidad, la desnudez y la belleza de las líneas melódicas.
La interpretación de La Grande Chapelle, integrada aquí por cuatro excelentes solistas del campo del oratorio acompañados por el prestigioso organista Herman Stinders, atrae por la impecable transparencia de líneas y la amplísima gama de matices. La búsqueda de la expresividad, siempre con respeto absoluto al contenido del texto, el equilibrio y la pulcritud llevan el sello distintivo de Ángel Recasens, experto en la música vocal religiosa. La inconfundible sonoridad "monacal" de las partes del canto llano interpretadas por la Schola Antiqua de Juan Carlos Asensio, proporcionan veracidad y dinamismo a esta reconstrucción litúrgica. La delicadeza y la exquisitez de esta versión nos enfrenta con asombro a uno de los genios del siglo XVIII español. Sin gran aparato y lejos de las alharacas que tanto proliferan en otros acercamientos al repetorio antiguo español.