Este estreno aborda un repertorio musical que no es nada fácil, la monodia latina ni propiamente litúrgica ni profana de los siglos XII y comienzos del XIII (composiciones goliárdicas o Carmina Cantabrigensia por ejemplo), campo arrinconado por el atractivo de las piezas litúrgicas para una sola voz y las escritas en lenguas “nacionales”. Valiente decisión, que se aplaude, la de adentrarse en territorios menos explorados musical y filológicamente hablando, más pendiente de otros latines plenomedievales o directamente composiciones vernáculas. Presentamos así el primer resultado discográfico de Magister Petrus, un nuevo conjunto dirigido por el musicólogo, docente e intérprete de origen colombiano, formación neoyorquina y residencia en Barcelona, Mauricio Molina, autor asimismo de un libro fundamental para entender el mundo del pandero en la Iberia medieval, y de una próxima monografía sobre la canción monofónica en Europa en los siglos XII-XIII que esperamos con impaciencia por el mismo motivo.
Vacillantis conforma una hora de música en la que no se abusa del concurso instrumental. Trata de melodías que fundamentalmente adornan discursos, y estos debe decirse bien, que se entiendan. Aquí ocurre, y esto es noticia. El canto corre a cargo del gerundense José Pizarro, poseedor de una voz controlada, de timbre bonito y ajustada dicción, y el acompañamiento lo protagonizan cordófonos diversos pero sin amontonarse, fídulas, cítolas, gigas (Irantzu Zuasti, Maritxell Genís, Pepe Morales Luna, Oriol Casadevall i Crespo y Antonio Ruiz), y una discreta percusión (algo difícil cuando el director es el tañedor de tales instrumentos, que propenden al abuso). Por pedir, desearía que en próximos trabajos de Magister Petrus se sume una voz femenina para darle más color y variedad (el bajo Néstor Pindado canta dos piezas, consecutivas) a un grupo que en su debut demuestra un buen hacer sorprendente.
La mitad de las piezas son anónimas, dos de Pedro de Blois, una composición de Gualterio de Châtillon, y cuatro de Felipe el Canciller, aquel que con una de sus melopeas encolerizó a una superiora (fecit cantilenam cum qua priorissa irascebatur). Hemos de suponer que el repertorio que hoy disfrutamos irritaría a más de un magnate eclesiástico, además de la citada monja, demostrando que la música, y más en la Edad Media, fue algo más que sonidos acordados, todo un vehículo de expresión de los más variados discursos, entre ellos el de crítica y autocrítica al clero, pues de este ámbito se extraen los literatos y músicos que crearon estas piezas. “Reina la avaricia / y reinan los avaros. / Todos tras el dinero / se desviven afanosos; / la codiciada gloria / se encuentra en presumir” se lee en Ecce torpet probitas de Gualterio, en la traducción del propio Molina, idea que vuelve a repetirse en el Fas et nefas goliardesco, ambas piezas interpretadas. Parece un titular de periódico de nuestros días.
Algunas composiciones son monótonas por su propia estructura compositiva, como Luto carens, por su marcada cadencia rítmica, que cierra el disco, lo que se compensa con la muy inspirada y contenida versión instrumental de Dum medium silentium, con una cítola tan solo, o la virguería de investigación e interpretación de dos piezas de repertorio de San Marcial más una catalana monofónica que componen el corte 3, de las que se encargan a dúo fídula y giga. La información musicológica es correcta y precisa, con expresión de fuentes y criterios de interpretación, algo que particularmente inquieta a Molina, y se cuida el tradicionalmente arrinconado apartado fonético, ajustándolo a un entorno francés, origen de la mayoría de las piezas. En definitiva, un muy buen comienzo, que ha de tener continuidad. Con discos así, Petrus justificará su condición magisterial.
Josemi Lorenzo Arribas