Creo que Herreweghe prefiere los días nublados a las mañanas de sol, los caminos del bosque a las vías claras, los minerales sacados de minas profundas a las pepitas chispeantes del río, los laberintos a las avenidas, el oratorio a la ópera, el motete al madrigal, la reflexión al deleite, el Do menor al Re mayor, los rescoldos a las llamaradas.
Desprez, Schütz, Bach, Bruckner, Brahms... a fin de cuentas todos hablan en dialectos cercanos y marchan por idéntico sendero. Para ellos, el discurso inmaterial es mejor que la comedia tangible, la hondura siempre más valiosa que la espuma. Hay quien se especializa en Vivaldi, en el siglo XX, en las sonatas del 1600 o en las canciones de trovadoras. Herreweghe es residente habitual de las antípodas del artificio. Caminante perenne en dirección al polo más opuesto a la frivolidad. Si hace Mozart, hace el Réquiem; si hace Lassus, sus Lamentaciones, si dirige Schütz, su Canto del cisne, y si graba su tercer disco para Phi –después de Mahler y Bach-, entonces elige a Brahms. Y elige su Canción del Destino op. 54, su Canto de las Parcas op. 89, su Canto fúnebre op. 13, su Rapsodia para contralto –su oscura, pesimista y abatida Rapsodia para contralto op. 53-. El destino incierto como telón de fondo. Elige también su apabullante “Warum”: “¿Para qué dar esperanzas al desdichado?”, del Libro de Job, naturalmente. Es así Philippe Herreweghe, el director belga de dosificadas sonrisas, mensajero de polifonías meditadas, apóstol de la serenidad densa, escultor de voces claras para cantar oscuro, pintor de coros sin aristas, escritor de lecturas sosegadas. Herreweghe, el maestro.
Para acompañarle en su tránsito por la Rapsodia, su opción fue Ann Hallenberg. Eso es lo que yo llamo una decisión acertada. Él medita, ella recita, la orquesta susurra, y el bosque nos circunda. El invierno lo cubre todo. Un disco inolvidable.
Caronte
For his 3rd album on Phi, his new label published by the group Outhere, Philippe Herreweghe has brought together a splendid set of artists in the Lutoslawski hall in Warsaw. Ann Hallenberg, whose voice won over the public of some of the world’s most prestigious concert halls, takes on the Rhapsody for contralto solo and men's chorus by Brahms while the rest of the programme leads the listener through his essential works for chorus and orchestra. Herreweghe’s long-time affinity with the composer of A German Requiem has enabled him to provide a coherent and personal vision of those musical pages in which Brahms gave free course to his most intimate thoughts.