Algo más que música es lo que Alpha intenta ofrecernos en cada disco y algo más que música es lo que habitualmente encontramos en las composiciones de Dmitri Shostakovich. Pocos autores se nos revelan tan unidos a un contexto, tan sujetos a un presente del que fue protagonista. Y es que, más allá de que hoy contemos con la información necesaria para descifrar e interpretar ese contenido extra-musical, la obra de Shostakovich poseía ya la condición de crónica para un público que acudía en masa a cada estreno y reconocía, se reconocía en la música que escuchaba. A propósito del estreno de la sinfonía que nos ocupa comenta Krzysztof Meyer: La “Sinfonía Nº14” obtuvo un gran éxito, aún cuando cabe dudar de que todo el público que abarrotaba las salas de concierto de Leningrado y Moscú comprendiese realmente una obra tan compleja y difícil (1) Escrita para bajo, soprano y orquesta de cámara -19 cuerdas y percusión- los once números de que consta incluyen textos de Lorca, Apollinaire, Kückelbecker y Rilke, y constituye, ciertamente, una sinfonía singular, atípica (2). Es posible que muchos no la entendieran, que no identificaran la secuencia del Dies Irae, que no reconocieran las citas transformadas dodecafónicamente, que no profundizaran en el significado de los textos(3), pero seguro que todos la comprendieron, que todos advirtieron la presencia de la muerte en el lúgubre canto de los arcos, en el macabro crepitar de las castañuelas. Seguro que todos ellos percibieron, también, que su cronista no les narraba esta vez un drama colectivo, que la mirada se replegaba ahora hacia el abismo de la propia conciencia, la de uno mismo, la de Dmitri Shostakovich.
Una obra especial que recibe una interpretación especial. Teodor Currentzis y MusicAeterna -orquesta de cámara de la Ópera de Novosibirsk que opera con criterios historicistas- brindan una lectura que impresiona por la fuerza y la calidad del sonido -la toma sonora es, además, espectacular. Junto a la excelente percusión se sitúa una especialísima cuerda de timbre heterogéneo y enorme relieve de la que emerge un sonido intenso y muy físico, de poderosa presencia, que con su juego de volúmenes e intensidades amplía y acentúa las dimensiones del espacio sonoro. El balance con las voces es ideal, sin perder un ápice de esa presencia apabullante. No menos meritorio es el concurso de Petr Migunov y Julia Korpacheva, ambos sobresalientes, ambos fúnebre manifestación de dolorosos pensamientos. Migunov declama con oscura sobriedad, acierta a dotar de una inquietante teatralidad a sus intervenciones, se expresa con lacerante desasosiego. La voz de Korpacheva adquiere un semblante espectral, en trance, y su espesor transmite una sensualidad turbadora, de inocencia diabólica. El clima violento, macabro y grotesco, no encuentra final… no hay consuelo en la belleza incómoda, absorbente y desolada… todo culmina con angustia, en un irresoluble y crispado crescendo hacia la nada…
Ignacio González Pintos
(1) La cita está tomada del libro Shostakovich. Su vida, su obra, su época. Alianza Editorial. Alianza Música. AM 75. 1997.
(2) Excelente el artículo de Levon Akopian, La Sinfonía “Requiem”, incluido en francés e inglés en la carpetilla, donde se traza un muy interesante paralelismo entre la sinfonía de Shostakovich y el War Requiem de Benjamin Britten, dedicatario de la obra.
(3) La versión original de la sinfonía presenta todos los textos en ruso, así fue estrenada y así es interpretada aquí. Posteriormente Shostakovich autorizó una edición con los textos en su idioma original -Alpha los reproduce- y una más con los textos traducidos al alemán.