Quien haya tenido la suerte de viajar por el sur de Alemania habrá comprobado la enorme cantidad de monasterios y abadías por descubrir hasta en las villas más pequeñas, de iglesias y capillas repletas de estucos y dorados. El barroco tardío y el neoclasicismo de estos lares es sorprendentemente luminoso, de fondos blancos que, sin embargo, a veces ni se ven por tanto colorido y ornamento. Nuestro compositor, el benedictino Aemilian Rosengart, estuvo vinculado al Monasterio de Ochsenhausen, ciudad que hoy presume como "reino barroco de los cielos" por su riqueza arquitectónica. En todos estos entornos tan espectaculares -y a la vez acogedores- resonó una música igualmente esplendorosa, aunque por desgracia algo olvidada en la actualidad. Manida es la apelación al progresivo declive del género religioso durante el siglo XVIII, especialmente en su último tercio. Simplemente suele ser más desconocido que el de épocas pretéritas, pero la calidad de muchos de sus protagonistas debería estar fuera de cualquier duda. Rosengart hace gala de una amplia variedad de recursos técnicos y expresivos a lo largo de la muestra de breves piezas sacras que constituyen el presente disco. Las obras, a veces tomadas de óperas y oratorios no conservados del autor, exhiben orquestaciones brillantes y, junto a las voces solistas, certeros coros en homófona polifonía. Impecables, a propósito, el Orpheus Vokalensemble y el conjunto Ars Antiqua Austria. Las partes instrumentales podrían incluso funcionar autónomamente. O viceversa, pues la elaboración coral no busca sólo esa inteligibilidad de los textos tan propia del clasicismo, sino también, la sensación de una nutrida y fluida armonía. En cuanto al carácter, pasaremos de momentos de teatral dramatismo a apacibles himnos de amable dulzura, aparentes antecedentes de la Noche de Paz de Grüber.

Pablo del Pozo