Una de las ventajas de los sellos discográficos orquestales que proliferan en nuestros días como RCO Live es la posibilidad que brindan de superar las molestas limitaciones de la política de artistas y repertorio (conocida como A&R) de los sellos más comerciales. Me refiero a una estrategia que consiste en concentrar las grabaciones musicales en pocos nombres adscritos a un repertorio universalista (caso del último Karajan) o especializado (caso del primer Harnoncourt). Las consecuencias de esa política han determinado que no siempre resultase rentable contratar al mejor intérprete de una obra para su grabación o incluso que la discografía de un director no tuviera mucho que ver con lo cultivado en sus conciertos. Mariss Jansons participó de esta política dentro de EMI a finales de los ochenta y durante los noventa junto a la Sinfónica de Oslo, con la que rellenó principalmente el apartado de grabaciones de música sinfónica rusa de finales del siglo XIX y principios del XX en el catálogo de la compañía británica. De esa política surgió el magnífico ciclo sinfónico dedicado a Rachmaninov en los noventa o el recientemente concluido de Shostakovich tras casi veinte años.
No obstante, los registros que aquí comentamos representan quizá mejor el repertorio actual de Mariss Jansons y cuentan además con la frescura e intensidad de sus conciertos en directo, si bien editados aquí a partir de dos o tres tomas en vivo. Para empezar hay que destacar lo variado y concentrado que es hoy el repertorio de Jansons, limitado a unas pocas obras de cada compositor que repite con todas sus orquestas durante una o dos temporadas. Curiosamente, esta forma de trabajar le ha llevado a grabar dos Sextas de Mahler (estupendas ambas) en tan sólo tres años con los sellos orquestales de la London Symphony y "su" Concertgebouw. Por lo demás, RCO Live le está permitiendo grabar nuevas composiciones de su repertorio, como es el caso del Gloria de Poulenc, junto a la posibilidad de actualizar la interpretación de sus sinfonías favoritas, como ha hecho recientemente con la Séptima de Shostakovich y hace ahora con la Sinfonía litúrgica de Honegger.
Como ocurriera con la de Shostakovich, esta nueva versión de Jansons es levemente más lenta que la realizada en estudio para EMI en Oslo en 1993. Asimismo, si la primera grabación resulta mucho más detallada en su conjunto, la nueva ahonda más en la esencia de este drama sinfónico que representa también los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Digamos que Jansons intenta seguir con mayor precisión las indicaciones dadas por el propio compositor al margen de su partitura y retrata en el 'Dies Irae' con gran ímpetu el terror y la violencia, por ejemplo, en la obsesiva marcha de la cuerda con el piano (instrumento que escuchamos con mucha nitidez aquí) que suena mientras los instrumentos de viento se persiguen unos a otros, creando un clima de opresión muy intenso (pista 7; 1:19). En 'De profundis', Jansons extrae con maestría ese tono de plegaria de la cuerda, a pesar de que no logra la sutileza de Karajan en su famosa grabación de 1969. No obstante, hay que destacar tanto aquí como en el último movimiento la bella intervención de la flautista Emily Beynon que representa esa fílmica imagen de un inocente pájaro que sobrevuela las ciudades arrasadas (pista 8; 10:34). Por su parte, el momento más logrado por Jansons en esta nueva versión de la obra de Honegger llega en el 'Dona nobis pacem' con esa magistral transición del brutal clímax del 'Pesante' alesperanzador 'Adagio' que representa la liberación que supone la paz (pista 9; 5:29).
Finalmente, Jansons muestra en la grabación del Gloria de Poulenc sus extraordinarias dotes sinfónico-corales. Sin duda, una de las claves que hacen de esta interpretación algo sumamente interesante es el control del balance entre orquesta y coro o solista, y sobre todo el uso de un tempo natural y equilibrado que es algo donde precisamente otros directores patinan porexcesivamente rápido en esta obra. Quizá el único problema de esta versión sea la soprano Luba Orgonásová que, a pesar de cantar estupendamente, no dispone del timbre angelical necesario para la misma. Por lo demás, discos como éste nos permiten disfrutar sin injerencias comerciales del arte de uno de los directores más interesantes de nuestro tiempo.
Pablo-L. Rodríguez