Considerado por sus hermanos como el más dotado de la prole Bach, Wilhelm Friedemann (1710-1784), primogénito de Juan Sebastián, no tuvo la suerte ni el reconocimiento de sus universales consanguíneos Karl Philipp Emanuel y Johan Christian. Siendo apreciado en su época como excelente improvisador, sus obras no alcanzaron la suficiente difusión ni el éxito en Alemania. Acabó sus días patéticamente, vendiendo sus partituras como si fueran creaciones de su padre. Paradójicamente este lamentable hecho nos demuestra y nos hace reflexionar sobre la enorme calidad de sus trabajos.
Si algo cabe destacar del catálogo de este compositor es sin duda su música orquestal. Durante los años que permaneció en Dresde (1733-1746) produjo una importante serie de conciertos y sinfonías. Su estilo refinado y elegante muestra ciertos tintes del buen hacer de su padre y una influencia de los compositores que por aquel entonces trabajaban en la corte y en la orquesta de Dresde.
El sello alemán Carus nos propone con este trabajo un delicioso viaje al universo sonoro de este buen músico a través de cuatro partituras instrumentales de arrebatadora belleza. El Concerto per il Flauto traverso en Re mayor revela, aparte de una escritura brillante para la flauta solista, un trabajo de densas y depuradas texturas de la cuerda. La Sinfonía en re menor, con su bellísima fuga final, nos descubre a un músico serio, de profunda tradición germánica. El Concerto per il Cembalo en mi menor maravilla por sus constantes diálogos y juegos entre solista y orquesta. Y por último el Concerto a due Cembali en Mi bemol mayor sugiere la rúbrica de la vida de este músico. Extravagancias rítmicas y armónicas, incorporación del viento y los timbales en los tutti y los numerosos y caprichosos "coloquios" musicales convierten a este concierto en su obra más ambiciosa.
El trabajo interpretativo realizado por los tres solistas de esta grabación es excelente. Quizás destacaría la labor de Michael Behringer en el Concerto per il cembalo. Tocando en una exquisita copia actual de un pianoforte (Keith Hill, 2000), Behringer nos ofrece una versión rica en matices, de variadas y contrastadas articulaciones fruto de un preciosista control de la pulsación. La Freiburger Barockorchester hace gala de una amplia paleta de texturas sonoras: aterciopelada y esponjosa en los pasajes más líricos y de carácter intimista. Ácida y contundente en los momentos de animada agitación tormentosa.

Alfred Fernández