Pasito a pasito, y con muy buena letra, Non Profit Music se está haciendo con un señor catálogo que lleva el lema pro musica sana abrochado en cada disco. Porque no olvidemos que detrás de esta discográfica hay una Fundación resuelta a promover un parque musical (culto, se entiende) abierto a todos los públicos, y no otro club de pago para abonados a esas músicas que un inspirado Anders Hillborg llama sadomodernistas. Por eso no cabe esperar de esta empresa en torno al más aristocrático de los tríos (el trío con piano) unas músicas atragantadas con sonorismos que confunden los instrumentos con ratas de laboratorio, sino obras que en el triángulo de atriles suenan a reencuentro de viejos amigos. La Slow Dance de Kenji Bunch, por ejemplo, empieza pintando un polvoriento diner de carretera con la cuerda grasosa del violonchelo –pinzada al más puro estilo Ron Carter–, para luego cantarnos una serenata a tres voces sobre acordes mayores. Mucho más cerca del club de jazz o del honky-tonk está el concertino Música de cafetería de Paul Schoenfield, que entre ragtimes joplinianos y amagos de fugato (Allegro y Presto) se va iluminando en los arcos y cuerdas del Arbós como una de esas calles soleadas que tanto le gustaban a Sydney Bechet, aunque en el centro (Andante moderato rubato) nos arrulle con una nana de blues a la orilla de un río sureño. Mozetich, por su parte, nos regala unas Escalas de júbilo y pesar que se suben y se bajan con unos pies consonantes y unos andares naturales que son puro preciosismo armónico. Y si Jorge Grundman pone música al recuerdo de hacernos grandes (A Walk Across Adolescence) con un garbeo poliestilístico y un puntito neoclásico que le sienta fenomenal a sus estaciones de paso (del barroco al swing sólo hay un estirón), Elena Kats-Chernin luce en Calliope Dreaming una briosa fantasía de contrapunto aporcelanado sobre la 44ª de Haydn. El Trío Arbós, cómplice total de esta pegadiza gramola, se apunta aquí uno de sus mayores tantos. Y es que cuando el disco se acaba, dan ganas de repetir. Vamos, exactamente lo que dice el título.
David Rodríguez Cerdán